En Ultreia nos especializamos en servicios en la nube. Uno de ellos, quizá el más sensible para todos los usuarios, es el correo electrónico. Su funcionalidad se da por sentada. Todos lo usamos todos los días, e incluso algunos de forma productiva. No obstante, casi ningún usuario entiende cómo funciona el correo electrónico. La mayoría son como los pasajeros del tren: saben cómo usarlo, pero desconocen casi todo lo que hace que lleguen a su destino.
Para intentar poner algo de luz sobre el correo electrónico, iniciamos una serie de artículos destinados al público general. En esta primera entrega, vamos a explicar cómo nació este servicio. Esta revisión histórica, lejos de ser una curiosidad, encierra el motivo de muchas de las debilidades del servicio de correo electrónico.
Al principio…
El correo electrónico nació antes de que hubiese Internet. En aquellos tiempos (hablamos de los 60 y principios de los 70) la gente no tenía ordenadores. Existían ordenadores (grandes mainframes en empresas y universidades) a los que la gente se conectaba mediante terminales o modem. Estos ordenadores empezaban a tener la opción de que varios usuarios conectasen a la vez y se empezaron a desarrollar programas para que los usuarios del mismo ordenador se dejasen mensajes. Ojo, no estamos hablando de enviarse mensajes entre distintos ordenadores, sino de dejarse mensajes entre los que conectaban al mismo servidor. Todo muy rudimentario, pero algunos sistemas de correo como el Lotus Notes que todavía se usa en algunos sitios, vienen de esa época. Los mensajes eran simples ficheros de texto que se guardaban organizados.
Con el tiempo empezaron a desarrollarse las redes de ordenadores. ARPANET (una red de investigación del Departamento de Defensa de EEUU) fue una de las primeras redes y se desarrolló un sistema para pasar los mensajes de un usuario en un servidor a otro usuario en otro servidor. Ahí empezó todo. Este servicio sencillo se convirtió rápidamente en impulsor del desarrollo de las redes de telecomunicación.
El crecimiento fue exponencial
Al crecer las redes y el número de ordenadores, surgieron numerosos sistemas de correo electrónico, cada uno con sus formatos de dirección y protocolos. Personalmente he usado las redes de Fidonet y X.400, hasta acabar con el protocolo que se ha estandarizado en todo el mundo: El SMTP de Internet.
El principio de la era Internet
Cuando empezó Internet, allá en su infancia en los 80 y 90, era una red muy elitista, con muy pocos usuarios muy educados, investigadores y gente del mundillo. Todo el mundo respetaba la netiqueta (o aprendían rápidamente a respetarla). Sin embargo, cuando el acceso a Internet se popularizó, y aparecieron los primeros grandes proveedores de acceso (AOL, por ejemplo), se acabó esa idea de Internet de «primeros moradores» y se empezó la red de masas y se acabaron las buenas formas. Rápidamente se acabó la época de la ingenuidad, en la que los protocolos y programas se hacían confiando en la buena fe de los usuarios.
Un duro despertar
El correo electrónico es uno de los servicios diseñados en la época de la ingenuidad. Cosas como asegurar quién es el remitente de una comunicación, verificar la entrega de los mensajes, obtener información sobre la tramitación de un correo… todo eso tuvo que añadirse sobre la marcha, y muchos detalles están todavía sin resolver. Hoy resulta raro pensar que hubo una época en la que no había spam, ni virus enviados por correo electrónico (ni virus, en realidad).
Ahora que sabemos de dónde viene el servicio del correo electrónico, estamos preparados para comprender las complicaciones y limitaciones que tiene.
En la próxima entrega vamos a entender qué partes tiene un mensaje de correo electrónico, y explicaremos algunas cosas básicas de las cabeceras, que nos ayudarán más adelante.